viernes, 14 de septiembre de 2012

"Decisiones"

Sus miradas se cruzaron. Recordaba haberlo visto en algún lugar antes pero, ¿dónde?

Sintió que se perdía en aquellos ojos vidriosos y aquella sensación le resulto muy familiar. Ya se había perdido alguna vez en aquella mirada tan misteriosa como profunda y atrayente. 

-Perdona, ¿nos conocemos de algo?- Preguntó él, sin reparo alguno. 

¿Le decía la verdad? "Sí bueno, realmente no, pero tu mirada me es tan familiar..." o quizás "No pero estoy segura de que he visto antes. No es tarea fácil olvidar unos ojos como los tuyos...".

Mientras pensó todo esto, se quedó ahí, embobada, esta vez en los labios que pronunciaron la pregunta. 

-¿Te pasa algo?- No sabía qué hacer, allí seguía ella, atónita frente a él, los dos parados en medio de la calle. 

"Que boca tan sensual tiene. No solo sus ojos son increíblemente atrayentes". Eso es lo que le dio tiempo a pensar durante aquellos segundos que, para ambos, resultaron bastante eternos. 

-Me estoy empezando a preocupar. Enserio, ¿estás bien?

Era cierto, lo de su preocupación, se pudo ver en su mirada cristalina, era como una ventana a su interior. 

-Ay, perdona, no me pasa nada, no.- Al fin reaccionó. Le costó, pero despertó de su particular ensoñación reflexiva. 

-Pues eso, ¿nos conocemos de algo? No he podido evitar fijarme en ti, cómo si tu cara me resultase familiar o algo así.- Esta vez explicó algo más, mientras deseaba recibir alguna respuesta a cambio, que no se quedara en blanco de nuevo. 

-Pues que yo sepa no, no nos conocemos. Pero es curioso, a mi me ha pasado lo mismo contigo, tu mirada... es como si la hubiese visto antes. 

-Quizás una mirada semejante. Te recordaré a alguien.

-No, no es la mirada de otro alguien. Es tu mirada. 

Se quedó totalmente paralizado. De alguna manera, a él le pasaba lo mismo: no le sonaban sus rasgos o sus gestos o el color de su pelo; era ella, toda ella. 

Ahora era él el que se había quedado en blanco, pero completamente. En sus ojos no había nada, sólo vacío, inmensidad. 

Se quedaron mirándose de nuevo. Fue como si se parara el tiempo. Él, en blanco, anonadado, en "shock" tras sus palabras. Ella, entre dos dilemas: "¿qué debe estar pensando?" y "dios, qué vergüenza lo que acabo de decir y cómo lo he dicho". 

Mientras todo aquello sucedía, sus miradas no dejaron de enfocarse mutuamente. Una atracción difícil de explicar algo que no pasa todos los días aunque cada día nos crucemos con cientos de personas. 

Llegó el autobús número 23, el que ella esperaba, el que iba a esperar antes de que La Mirada se cruzara en su camino. 

Se encontró, de golpe, en una encrucijada: coger el autobús y dejarlo todo correr (la atracción, las sensaciones...) o actuar. 

Debía tomar una decisión, algo, pero rápido porque lo del tiempo congelado, los segundos perdiéndose en los ojos de los dos, en la fuerza de atracción de esos dos desconocidos, era solo una sensación. 

Tomar una decisión, y rápido: ¿actuar, hacer algo? ¿o dejarlo todo pasar?

Nos pasamos la vida tomando ese tipo de decisiones y, la mayoría de las veces, dejamos las cosas correr pensando que es lo más fácil, la más sencilla (o incluso nula) decisión. 

¿Es, realmente, fácil o sencillo? ¿De veras? Cargar con la eterna duda de: "¿qué hubiera pasado sí...?"

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